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Existen varios tipos de seguros de vida (de vida-riesgo, de rentas, mixtos, de ahorro, de vida entera, de vida temporal…), pero todos tienen en común el objetivo de proteger a la familia o seres queridos en el caso de que se produzca una desgracia.
Te estarás preguntando cómo se cumple esta finalidad; la respuesta es muy sencilla, mediante el pago a los beneficiarios de una cantidad económica que compense, en la medida de lo posible, la pérdida. Pero sea cual sea el tipo de seguro de vida, siempre existen las mismas cuatro figuras en el contrato: el tomador, el asegurado, el beneficiario y el asegurador.
La mejor manera de conocer todos los detalles de un seguro de vida es leer con detenimiento lo que se denomina como Condiciones Generales de la póliza. Es aquí donde aparecen constantemente las figuras principales anteriormente mencionadas y por eso hay que saber el significado de cada uno.
En el ámbito de los seguros de vida, el tomador es la persona física o jurídica que suscribe el contrato con la aseguradora, asumiendo la responsabilidad de su cumplimiento y, especialmente, del pago de la prima. Su papel es fundamental, ya que su firma en el contrato es lo que permite que la póliza entre en vigor y garantice la cobertura establecida. En caso de que el tomador no cumpla con el pago, la compañía aseguradora puede proceder a la cancelación del seguro de manera unilateral, dejando sin efecto las coberturas pactadas.
El tomador es la pieza clave que garantiza la existencia y continuidad del seguro de vida
Además de asumir el coste del seguro, el tomador tiene la facultad de designar a los beneficiarios que recibirán la indemnización en caso de siniestro, aunque esta designación no es permanente, ya que puede modificarla cuantas veces lo desee, siempre que esté permitido dentro de las condiciones de la póliza. También puede solicitar cambios en la cobertura, ajustar los límites de indemnización o modificar los datos asociados a la facturación y forma de pago de la prima.
Asimismo, el tomador puede rescindir el contrato o decidir no renovarlo llegado el vencimiento de la póliza. En muchos casos, como también pasa en el seguro de salud, el tomador es el mismo asegurado, protegiendo así su futuro y el de su familia con un capital asegurado en caso de siniestro. Sin embargo, también puede tratarse de una tercera persona, como ocurre en seguros colectivos donde la empresa actúa como tomador para ofrecer cobertura a sus empleados, los cuales, en este caso, son los asegurados. También puede darse que el tomador sea diferente al asegurado cuando estos son los hijos o la pareja del mismo.
Por otro lado, el asegurado es la persona o personas físicas sobre cuya vida se establece la póliza. Su existencia o integridad es la que se protege mediante el contrato, de manera que, si ocurre un evento cubierto, como el fallecimiento o una invalidez permanente absoluta, la compañía aseguradora se compromete a proporcionar una indemnización o prestación económica a los beneficiarios designados en la póliza.
Lo más habitual es que el asegurado y el tomador del seguro sean la misma persona, es decir, quien contrata y paga la póliza es también quien está cubierto por ella. Sin embargo, como ya hemos visto, en algunas circunstancias estas figuras pueden diferir. En estos casos, es imprescindible que el asegurado tenga conocimiento del contrato y otorgue su consentimiento por escrito. Asimismo, la normativa establece que, si el asegurado es menor de edad, es necesaria la autorización expresa de su tutor o representantes legales para que la póliza sea válida. Por eso, es recomendable revisar las condiciones particulares de cada aseguradora, ya que pueden variar.
El asegurado tiene ciertas obligaciones, como proporcionar información veraz y completa sobre su estado de salud, para que la aseguradora pueda evaluar correctamente el riesgo. También cuenta con derechos, como el acceso a información detallada sobre su seguro y, si coincide con el tomador, la posibilidad de modificar coberturas y beneficiarios.
El beneficiario es la persona o entidad designada para recibir la indemnización establecida en la póliza tras el fallecimiento del asegurado. Su función es esencial, ya que garantiza que los recursos económicos lleguen a quienes el tomador del seguro desea proteger o beneficiar.
La elección del beneficiario es responsabilidad del tomador, quien puede designar a familiares directos, como cónyuges o hijos, amigos, socios comerciales, organizaciones benéficas o incluso su propio patrimonio. Esta designación puede realizarse al contratar la póliza o posteriormente, mediante una comunicación escrita a la aseguradora o en el testamento. Además, el tomador puede modificar los beneficiarios en cualquier momento, mientras la póliza esté vigente.
Cabe tener en cuenta que existen dos tipos de beneficiarios: por un lado, tenemos al beneficiario primario, receptor principal de la indemnización, y por otro lado al beneficiario contingente, que es quien recibe la indemnización en caso de que el beneficiario primario no pueda o no desee aceptarla.
Para que el proceso de cobro sea ágil, es importante que los beneficiarios conozcan la existencia del seguro y la aseguradora responsable, ya que la compañía solo efectuará el pago si se reclama formalmente tras el fallecimiento del asegurado, por lo que, para reclamar y recibir la indemnización que les corresponde, deben tener esto claro. También es recomendable que la designación de beneficiarios sea clara y específica, incluyendo datos personales completos, para evitar disputas.
Asimismo, se recomienda revisar y actualizar periódicamente la información de los beneficiarios tras matrimonios, divorcios o nacimientos, asegurando que la póliza refleje la voluntad actual del tomador.
Por último, el asegurador es la entidad jurídica que, a través de un contrato y a cambio del pago de una prima por parte del tomador, asume la responsabilidad de cubrir los riesgos especificados en la póliza. En caso de que ocurra un evento contemplado en el contrato, como el fallecimiento o la invalidez del asegurado, el asegurador se compromete a indemnizar al beneficiario con la cantidad acordada.
Además, es esencial tener en cuenta que sólo se puede anular la indemnización si se produce alguna de las situaciones que prevea la póliza, como exclusiones recogidas en las condiciones generales.
El asegurador desempeña un papel clave en la gestión y asunción de riesgos, evaluando las probabilidades de que se produzcan los eventos asegurados y determinando las condiciones y primas adecuadas para cada póliza. Para ello, puede requerir a los clientes que completen un cuestionario de salud como se menciona anteriormente o, en algunos casos, que se sometan a un chequeo médico. La veracidad de la información proporcionada es fundamental, ya que una declaración falsa puede llevar a la nulidad del contrato y a la pérdida del derecho a indemnización.
En España, las aseguradoras operan bajo la supervisión de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, garantizando la protección de los asegurados. Estas compañías deben ofrecer información clara sobre coberturas, exclusiones y condiciones del contrato y establecer procesos eficientes para la gestión de reclamaciones, asegurando que los beneficiarios reciban las indemnizaciones en tiempo y forma.
Si has llegado hasta aquí y sigues con dudas a la hora de decidirte para contratar un seguro de vida o aun no tienes claro cuál te conviene más, no te preocupes. Echa un vistazo a nuestro comparador de seguros de vida para conocerlos y, si lo prefieres, ponte en contacto con nuestros expertos que te ayudarán con todo aquello que necesites.
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