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Hablar de siniestros entre quienes se dedican a los seguros es el pan nuestro de cada día, e incluso es habitual entre aquellos que nada tienen que ver con este mundillo, cuando hay que referirse al daño que ha sufrido en alguno de nuestros bienes y nuestra póliza de seguro tiene que entrar en escena.
Hay diversos tipos de siniestros, aunque todos entren dentro de un grupo englobado por ese único término y vamos a ver cuáles son.
Aunque también se catalogan como siniestros aquellos hechos que producen daño en otros ámbitos como los seguros de hogar, cuando hablamos de vehículos podríamos clasificar los siniestros en el seguro de coche en dos grandes grupos.
El archifamoso siniestro total se da en aquellos casos en los que el siniestro ha provocado la destrucción total del bien. Podría decirse que sucede cuando un vehículo sufre un accidente y queda totalmente inservible, de modo que su reparación, si fuera posible, costaría más que el propio vehículo, por lo que no compensaría llevarla a cabo. Imaginemos un vehículo que choca con bidones de líquidos inflamables y arde por completo.
El siniestro parcial se da cuando supone ciertos daños en el bien asegurado, pero sin que signifiquen la destrucción completa del mismo.
Los siniestros pueden catalogarse en distintos grupos, según la intensidad del daño provocado o según la probabilidad de que sucedan
Este ejemplo lo vemos a diario en aquellas zonas con mucho tráfico: un despiste, calcular mal una distancia, intentar apurar en un semáforo cuando el de delante decide no hacerlo… y tenemos el golpe servido en bandeja. Esa abolladura, de mayor o menor consideración, que afecta a veces solo al chasis y a veces también a la parte mecánica del coche, puede repararse y, de hecho, se hace porque su coste, aunque pueda ser elevado, no equivale al precio total del vehículo, sino que hace muy conveniente su reparación ya que el resto del coche no presenta problemas y una vez arreglado, puede continuar dando servicio durante mucho más tiempo.
El siniestro ordinario es aquel derivado de riesgos normales y habituales, como el típico golpe que se da a un vehículo y del que veíamos algunos ejemplos al hablar del siniestro parcial.
El siniestro extraordinario o catastrófico se origina por hechos cuya probabilidad es excepcional y ciertamente remota, pero que, si se producen, provocan daños extremadamente cuantiosos, como una riada o grandes inundaciones que asolan zonas por completo y arrasan con todo lo que está en su camino, o un terremoto que abre la tierra y se traga lo que allí encuentra. Normalmente, estos riesgos extraordinarios no los cubren las compañías, sino el Consorcio de Compensación de Seguros.
Uno de los puntos de mayor importancia que aparece en las Condiciones Generales de la póliza de un seguro de coche es el de pérdida total. El término se refiere al comúnmente conocido como siniestro total.
Un automóvil siniestrado es declarado como siniestro total cuando su reparación, después de un siniestro, tiene un coste más elevado que el valor en sí del propio coche (caso que veíamos más arriba), o bien ha sido robado. Esto puede suceder por las siguientes causas:
Mientras en el primer caso no existe lugar para la duda (el asegurado se queda sin su vehículo y, por tanto, debe recibir la indemnización fijada en la póliza), en el resto de situaciones caben multitud de interpretaciones. Los daños pueden ser de mayor o menor envergadura en lo que se refiere a la cuantía, lo que quiere decir que a veces pueden repararse, pero no sucede lo mismo en otras.
Cuando se hace una comparación de seguros de coche y se contrata uno para un vehículo, lo que en realidad se asegura es una cantidad de dinero. Lo máximo que una aseguradora está dispuesta a pagar por un siniestro será la cantidad asegurada en la póliza.
Por eso, lo normal es que el automóvil se considere siniestro total cuando el coste de reparación del vehículo sea más alto que la cantidad asegurada. Hay compañías de seguros que consideran que existe un siniestro total cuando el valor de la reparación sobrepasa el 75% del valor del vehículo.
Y ¿cuánto es la suma asegurada? Pues depende de la antigüedad del coche, del tipo de póliza que se haya contratado y del valor de la indemnización: a nuevo, venal, o de mercado.
Si en la póliza se dice que en caso de siniestro total la indemnización es del valor a nuevo, el asegurado recibirá la cantidad de dinero que costó el coche cuando lo compró. En este caso, la indemnización es la más elevada. Por lo tanto, en esta situación, cuanto menor sea la barrera para considerar un coche siniestro total, será más beneficioso para el propietario del vehículo, pues conseguirá con mayor facilidad el importe equivalente al de coche nuevo.
Existe una situación en la que no suele ser interesante para el asegurado conseguir que el automóvil sea declarado siniestro total, que se produce cuando el vehículo cuenta ya con algunos años, pero su buen estado es evidente. En estos casos, la indemnización que abonaría la aseguradora puede ser inferior que el precio de un coche de las mismas características en el mercado de segunda mano. El asegurado se queda sin un coche que era totalmente útil, y le será muy complicado encontrar otro por un precio parecido y que esté en unas condiciones tan aceptables, o incluso óptimas. En este caso podría ser preferible reparar el vehículo que la declaración de siniestro total.
Hay que tener en cuenta que todo coche que ha sido arreglado tras un golpe, es susceptible de no funcionar como el que era en origen, y se deprecia precisamente por la reparación. Esto se puede comprobar intentando vender un coche con un siniestro. Lo más probable es que sea muy difícil encontrar comprador.
Aun así, lo más favorable es conseguir la declaración de siniestro total. El asegurado debe buscar el seguro del coche que tenga más opciones para elegir, ya que en algunos casos únicamente existe la alternativa de la reparación del vehículo, descartándose por tanto la declaración de siniestro total.
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