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Podemos definir la causalidad como el principio en virtud del cual, ante determinadas causas, se producen determinados efectos. Es decir, las pérdidas que se han producido en determinado siniestro han debido tener su causa en determinados eventos.
Estas dos frases anteriores, que en principio parecen dar solución a la definición del término, han sido sin embargo objeto de estudio, de análisis, de examen y de discusión, dada la necesidad de establecer de forma inequívoca cuál ha sido la causa de determinado siniestro. Una vez dilucidada la cuestión de la causa, en el ámbito de los seguros, las entidades aseguradoras se ven en la necesidad de establecer si en la cobertura contratada se encuentra contemplada esta causa para hacerse cargo de la indemnización a que se pudiera tener derecho.
De hecho, puede darse el caso de que el siniestro se haya producido por una o por varias causas, o que solo una haya sido la causa final determinante del daño. Así, un grupo de sucesos pueden haber ocasionado un siniestro, pero cabe la opción de que el suceso que pueda ser declarado causa final del siniestro acaecido no se encuentre entre aquellos amparados por un seguro. Asimismo, cabe también la opción de que, aunque un evento haya precedido a un siniestro, dicho evento no tiene por qué ser la causa final del siniestro.
Pongamos el ejemplo de un accidente de coche en el que se produce un golpe por alcance. El conductor que circulaba detrás de otro no consigue ver a tiempo que el coche de delante está frenando por lo que, aunque pisa su freno, no lo hace con el tiempo suficiente para evitar el golpe. Añadamos que la velocidad era la debida para la vía, que a la hora del accidente el sol estaba bajo y daba de frente, y que, además, se demuestra a posteriori que los frenos del coche deberían haber sido cambiados.
Puede suceder que la causa final no este incluida en ninguna cobertura del seguro o que haya más de una causa que pueda provocar el siniestro
¿Cuál es la causa definitiva del accidente? ¿El sol de cara impidió al conductor ver que el coche de delante frenaba? ¿Los frenos gastados impidieron que se accionaran con la eficiencia debida? ¿La velocidad debía ser menor por el tráfico en el que se circulaba? ¿Cómo actuará el seguro de coche?
Todas estas posibles causas han dado lugar a las teorías sobre la causalidad, entre las que podemos destacar la teoría de la equivalencia. Según esta teoría, todas las condiciones que han contribuido al resultado final son causa del mismo, de manera que la eliminación de una de las causas podría haber evitado el siniestro.
Asimismo, cuando se habla de la causalidad se pueden encontrar también la teoría de la causalidad adecuada, por la que el antecedente más probable, o posible, o razonable, que ocurriese con anterioridad a un siniestro se estima como su causa adecuada; la teoría de la causa próxima, por la que el hecho que ocurriera con mayor proximidad temporal al siniestro debe ser considerado como causa del mismo; o para finalizar, la teoría de la causa eficiente, por la que se dirime que el hecho que con más eficiencia hubiese podido producir el siniestro será el que se elija como su causa.
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