En el mundo de los seguros, cuando nos referimos a un valor asegurable, hablamos de aquellos valores o bienes por los cuales realizamos la contratación de un seguro y, por tanto, estarían cubiertos en caso de siniestro, después de una evaluación objetiva de los mismos. El coche nuevo que hemos comprado en nuestro seguro de coche, nuestro domicilio en el seguro de hogar, incluso nuestra mascota si suscribimos un seguro de mascotas; todos son valores asegurables en cada caso. Todo son elementos de gran valor para nosotros que queremos proteger, en la medida de lo posible, de los posibles riesgos que pueden sufrir a través de un seguro adecuado para cada caso.
El valor asegurable es el bien por y para el que contratamos un seguro
Cuantificar y traducir ese valor en una cifra a la hora de firmar las coberturas de la póliza de seguro con la compañía aseguradora es uno de los aspectos más determinantes dentro de la contratación de este para poder reemplazar o reparar esos valores si, en el peor de los casos, se sufre un siniestro que les afecte. El tomador tiene que acordar con la entidad aseguradora qué valor asignar a cada bien o detalle que se quiere incluir bajo la cobertura del seguro, porque junto con la valoración de riesgos que haga la compañía, determinará la cantidad que deberá pagar por la póliza del seguro y las indemnizaciones a cobrar en caso de accidente o pérdida.
Diferentes modalidades a la hora de establecer el valor asegurable
- Valor total: en este caso la cantidad económica por la que se firma la totalidad de la póliza de seguro será la misma que el valor que tendría reponer el bien que hemos asegurado. En caso de no ajustarse el valor asignado al objeto con el valor real del mismo la aseguradora puede indemnizar al asegurado según la regla proporcional. En general, es la fórmula que más se recomienda porque en caso de siniestro, nos garantizamos recuperar el valor completo de los bienes asegurados.
- Valor parcial: en esta modalidad el tomador detalla la cantidad total del valor de los bienes que quiere asegurar, pero después solo contrata la póliza cubriendo un porcentaje de ese valor total. Suele darse sobre coberturas en las que se puede pensar que la probabilidad de riesgo es baja, como puede ser una cobertura por robo. Pongamos que se asegura el contenido de un negocio por valor de 100.000 euros, pero solo asegura el 25% por considerar poco probable que pueda darse el siniestro. De ser así, la compañía solo tendría que indemnizar por 25.000 euros como máximo. Si las pérdidas fueran menores, el asegurado cobra todo, pero si son mayores que el porcentaje por el que aseguró, la compañía aplicaría una regla proporcional para indemnizarlo.
- Primer riesgo: aquí el asegurado asigna un importe al valor asegurable bajo el que queda asegurado el mismo, y lo desvincula del valor real que pueda tener, por lo que en caso de siniestro no se aplica la regla proporcional y solo se indemniza en función de las cantidades firmadas. Lo bueno de esta fórmula es que se puede utilizar para coberturas del tipo de averías pequeñas, daños de carácter estético…y el asegurado siempre sabrá la indemnización fija que tendrá en caso de siniestro.