Llevar unos hábitos de vida saludables y garantizar la seguridad alimentaria de nuestros hogares es fundamental para tu salud y la de tu familia. Por eso es muy importante aprender a leer las etiquetas de los alimentos que metemos en nuestra cesta de la compra y almacenamos en nuestros frigoríficos y despensas.
Pero cuando vayas a la compra no solo debes fijarte en el listado de los ingredientes, calorías y la proporción de cada uno, también hay que prestar especial atención hasta cuando es apto para el consumo el alimento que vamos a adquirir.
Cuando compras un producto suele incluir una fecha de consumo ya que después de esa fecha el alimento ya no estará en condiciones, pero hay que saber distinguir entre dos términos que pueden parecer igual pero que son diferentes: la fecha de caducidad y la de consumo preferente.
La fecha de caducidad nos indica el día a partir del cual consumir el producto puede conllevar algún riesgo para la salud, por leve que sea. Por eso, una vez que el alimento haya superado esta fecha lo mejor es no tomarlo ni tratar de conservarlo congelándolo, cocinándolo o incluyéndolo en recetas de aprovechamiento. Es importante vigilar rigurosamente la fecha de caducidad especialmente en aquellos productos que sean frescos como la carne y sus derivados, el pescado y el pollo.
Una de las formas de identificar que el producto ya no está en buenas condiciones será por su olor, aunque no siempre puede ser así, por lo que la fecha de caducidad será la pauta correcta para saber si debes tomarlo o tirarlo, y hay que ser estrictos en hacerlo.
La fecha de caducidad está compuesta por el día y el mes en el que el producto deja de ser comestible. Debe estar plasmado en un lugar visible del envase del producto.
Esta cifra es la que nos indica el día a partir del cual el fabricante ya no puede garantizar que el producto conserve todas sus propiedades organolépticas. Estas suponen particularidades que se miden a través de análisis sobre las sensaciones que producen al paladar de quien los consume. Un análisis sensorial basado en cuatro parámetros básicos: color, sabor, textura y aroma.
Es decir, nos informan de cuando el producto no puede estar en condiciones óptimas, pero eso no quiere decir que represente ningún riesgo para la salud. Por eso si el alimento se ha conservado según las indicaciones del fabricante y el envase no está dañado, este se puede comer independientemente de que nos pueda resultar más o menos apetecible a la vista.
Por tanto, la fecha de consumo preferente hace alusión a la conservación del producto siempre y cuando se almacene y conserve correctamente en el envase del fabricante. Por eso debes estar atento a otra indicación más ya que si en un determinado alimento se indica que “una vez abierto, consumir en tres días” este debe tomarse siguiendo esta indicación como válida, y no la fecha de consumo preferente, que será más amplia si el producto está cerrado y el envase no ha sufrido ningún deterioro.
La fecha de consumo preferente puede indicar en el paquete, según el tipo de producto, el año y el mes, el mes y el día o solo el año. Igual que ocurre con la fecha de caducidad, debe estar en un lugar visible del envase y suele ir junto a esta.
Has de saber que, según la normativa legal, los supermercados y superficies comerciales no pueden vender productos que hayan sobrepasado ni la fecha de caducidad ni la fecha de consumo preferente.
Por eso, y aunque en las tiendas tienen mucho cuidado de retirarlos de los estantes, los consumidores deben prestar atención a esta información. Si por error un usuario adquiere un producto que ha sobrepasado alguna de estas fechas, tiene derecho a que los responsables del establecimiento le devuelvan el importe pagado o le restituyan el producto por otro dentro de las fechas.