A ciertas edades los niños pasan por fases en las que se enfadan y tienen berrinches o rabietas. Algunos pequeños sólo pierden la calma ocasionalmente, pero otros lo utilizan de forma habitual cuando no les salen las cosas como quieren.
Lo más importante para los padres es intentar mantener la calma y evitar ponerse a su altura, gritar o despotricar. Si no, el niño verá que, gritando, llorando o pataleando, te provoca y consigue desgastarte y lo utilizará como arma de chantaje en múltiples ocasiones. Evidentemente, hacer esto no es tarea fácil.
En primer lugar, es importante respirar profundo y no alarmarse. Las rabietas de los niños son formas que tienen de desahogarse y descargar sus frustraciones. Esto sucede porque sus cerebros aún están desarrollándose y todavía no tienen las “armas necesarias” para gestionar las emociones y las situaciones y controlarse a sí mismos como puede hacer un adulto.
Reaccionar a las crisis de un niño imitando sus propios gritos y arranques, solamente les enseñará a hacer lo mismo. Además, será perjudicial a la larga porque se creará un patrón de conductas negativas por parte de su hijo. El mantener la calma y manejar tranquilamente una situación frustrante le demuestra que existen otras formas adecuadas de controlar el enfado y la frustración.
Una forma de mostrarle a un niño que entendemos y comprendemos esas rabietas por las que están pasando es mostrándoles empatía. De esta forma les hacemos sentir que les “comprendemos” en esos momentos de rabia y enfado y les demostramos nuestra cercanía.
Pero si queremos que nuestro hijo obedezca y se comporte bien tenemos que establecer pautas desde el principio. Cuando el pequeño cumple los dos años y medio y comienza a manifestar grandes rabietas ante las que los padres se preguntan cómo es posible que el niño se comporte ahora de esta manera tan terrible.
Evolutivamente, es en esa edad cuando empiezan a asimilar que no es posible hacer todo lo que quiere y hay que empezar a decir que no. Otro momento muy complicado es de los 7 a los 9 años. Si anteriormente no le hemos puesto normas y hemos accedido a sus deseos para que se calle o porque nos sentimos culpables por pasar poco tiempo con él, nos enfrentaremos a nuevas rabietas. Porque a esa edad los niños han adquirido las habilidades suficientes para actuar, contestar y tener comportamientos disruptivos que son complicados de manejar por los progenitores.
Lo que no hay duda, es que entre los cero y los ocho años de edad el ser humano está preparado para cambiar y evolucionar de manera especial y por este motivo aprenden tanto y de manera tan rápida.
Es importante que cuando un niño tiene un mal comportamiento le corrijamos y si es necesario recurrir al castigo, mantenerse firme. Si por el contrario quiero que se repita una buena acción debemos premiarla. Si somos constantes en esto se genera un hábito en el cual los niños asimilan las normas.
A continuación, te mostramos una serie de técnicas que puedes poner en práctica para que tu hogar sea un lugar más tranquilo.
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