El sueño es fundamental y determinante para tener una buena salud. Sin embargo, es innegable que la rutina del ser humano ha cambiado a pasos agigantados junto con el desarrollo tecnológico.
De hecho, la forma y la velocidad en la que vivimos nada tiene que ver con los ritmos que llevaban nuestros abuelos, y como consecuencia de esto, nuestra salud está cambiando, por ejemplo, en los últimos años las demencias se han multiplicado.
En el año 2017 ya se contabilizaban 1,2 millones de personas afectadas de demencia. Se sabe que las alteraciones del sueño son un factor relacionado con esta enfermedad y se está estudiando mucho sobre ello actualmente.
Existen múltiples situaciones que pueden provocar desequilibrios en nuestro sueño:
Las consecuencias de estas alteraciones en nuestro ciclo de sueño no sólo se reflejan en las deficiencias neurológicas -menor atención, función y memoria a largo plazo-, también están relacionadas con los procesos de aumento de peso. Es más, la privación, restricción o falta de sueño, ocasiona un incremento del apetito, antojos y una mayor ingesta calórica de las personas que lo padecen.
Uno de los primeros afectados por la falta de sueño es nuestro cerebro, ya que si está cansado su capacidad disminuye. Las personas que duermen menos tienen mayor torpeza mental, por lo que cometerán más errores que los que descansan adecuadamente.
La falta de sueño afecta al cerebro generando un bajo rendimiento, por lo que la persona no estará fresca durante el día, ni pensará con agilidad, lo que le originará falta de concentración.
También comienza a fallar la memoria. Mientras duermes, el cerebro fija y organiza los recuerdos y establece las conexiones para crear nuevas ideas. Según un estudio de la Universidad de Michigan, la memoria no solo se almacena, también se construye cada día; por eso, si no duermes, puede traicionarte con falsos recuerdos, situaciones que no han ocurrido.
Otro efecto es que el azúcar se descontrola. Dormir mal dificulta la secreción de insulina y, por tanto, la capacidad del organismo para procesar la glucosa. Todo esto provoca que se dispare el riesgo de tener un nivel alto de azúcar en sangre.
Una investigación afirma que el insomnio interrumpe la actividad normal de los glóbulos blancos del sistema inmunitario, lo que provoca una bajada en las defensas. Por eso si pasas una mala noche el cuerpo responde movilizando un gran número de células inmunes, como si se enfrentara a un estrés físico. Esto supone mayor desgaste para las defensas, y te hace más susceptible a las infecciones y a las enfermedades.
También afecta muchísimo al sistema hormonal. La falta de sueño provoca un aumento en los niveles de grelina, la hormona que estimula el apetito y reduce el gasto calórico. Esto ocasiona que tengas más hambre y comas más, por eso quemas grasas más lentamente.
Además, afecta a nuestro corazón. En las fases profundas del sueño, este músculo se recupera del esfuerzo diurno bajando el ritmo cardiaco y si no descansas sigue trabajando intensamente. Por tanto, la tensión se dispara y con ella el riesgo de tener cardiopatías.
Si quiere tener un sueño placentero y reparador estos consejos pueden servirte de ayuda: