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¿Qué probabilidad hay de que el vecino se deje el grifo abierto y el agua termine provocando daños en mi casa? ¿Y si estamos de viaje y sufrimos una caída que nos arruina las vacaciones? ¿Qué posibilidades hay de tener un golpe con mi coche nuevo y que tenga que acabar en el taller pagando un dineral por las reparaciones? Todas estas preguntas son el detonante de una reflexión personal que normalmente nos lleva a analizar la situación y decidirnos a contratar un seguro de hogar, un seguro de viajes o un seguro de coche, por ejemplo. En realidad, ese proceso de calcular cuáles son las probabilidades de que nos ocurra algún accidente o contratiempo que pueda conllevar sufrir algún daño de carácter personal o material y valorar el dinero que nos costaría, es básicamente, en lo que consiste la valoración del riesgo.
La valoración del riesgo es un elemento fundamental que define muchos otros componentes de una póliza de seguros
Dentro de todos los conceptos que manejamos en torno al mundo de los seguros, la valoración del riesgo es uno de los más básicos e importantes en el proceso de contratación. No solo mueve al cliente a valorar la contratación de un seguro que pueda cubrir esos riesgos, sino que además determinará qué coberturas tendrá la póliza y hasta el precio que tendrá la misma. Incluso, si esa valoración por parte de la compañía no es positiva, puede suponer la negativa por su parte a asegurar al cliente o los bienes que quiera asegurar. De hecho, es tan importante, que las compañías realizan numerosos estudios para poder establecer pautas y análisis de riesgos con los que poder clasificar y cuantificar los datos de siniestros, diseccionando pormenorizadamente miles de estadísticas sobre accidentes para determinar probabilidades, y así establecer normas de contratación e incluso tablas de precios acordes a los diferentes riesgos a asegurar e indemnizaciones.
Existen algunos parámetros para poder asignar un valor económico a la hora de contratar:
Es importante recordar la importancia de que el tomador sea totalmente transparente y sincero con la información que se aporta a la compañía aseguradora ya que con los datos que se les dan, ellos realizan la valoración de riesgos. Para un seguro de vida o de salud, por ejemplo, será fundamental conocer la edad del tomador, hábitos de vida, enfermedades que haya podido pasar o de carácter genético, etc. Y si no es sincero, la aseguradora podría llegar a cancelar dicho seguro. Asimismo, también hay que ser muy claro y exacto con toda la información respecto a bienes que se quieran asegurar, con el fin de tenerlo en cuenta en la valoración económica en caso de sufrir un siniestro.
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