¿Por qué contratar un seguro de decesos?

Contratar un seguro de decesos no es algo en lo que cualquiera piensa un día, así porque sí. Pero llega un momento en que deberíamos informarnos para ver cómo y cuánto puede ayudarnos. Te lo ponemos fácil. Pólizas

Hasta que no cumplimos una determinada edad, la mayoría de nosotros no nos paramos a pensar en aquello de que la vida iba en serio, y la muerte también. 

La juventud nos brinda cierta ceguera a la hora de ponernos a pensar en este tipo de cuestiones tan duras y desagradables: nuestra cabeza se llena de pensamientos del tipo “¿cómo me voy a morir yo? ¿Para qué voy a contratar un seguro de decesos? Ya lo pensaré más adelante…” Lo cierto es que somos el único animal consciente de que la vida termina inevitablemente en la muerte, y eso acaba formando parte de nosotros durante el recorrido de nuestro camino vital, de nuestros actos y nuestras creencias; es decir, nos condiciona de por vida de forma personal y también dentro de la sociedad. 

En la mayoría de los casos nos damos cuenta de lo verdaderamente útil que es disponer de un seguro de decesos cuando, afectados de lleno por la multitud de trámites y en apariencia pequeños detalles que hay que tener en cuenta cuando nos enfrentamos a la muerte de un ser querido, comprobamos que si este tenía contratado un seguro de este tipo, los familiares se olvidan de tener que prepararlo todo, además de correr con los cuantiosos gastos de un funeral, velatorio y entierro, sea del tipo que sea. En los seguros de vida también se encuentran coberturas relativas al momento del fallecimiento, pero la realidad es que están diseñadas para cubrir otras necesidades. 

Aunque es un tema escabroso y del que a nadie le gusta hablar, pensar o sacar como tema de conversación, debemos hacerle frente y estar informados, porque la realidad es que en España, los precios que se manejan en torno al momento de la muerte cada vez son más costosos y hay variaciones más que notorias entre unas comunidades autónomas y otras así como entre localidades de ámbito más rural o las ciudades más o menos grandes. Además, es conveniente también tener en cuenta los deseos personales de la persona fallecida, sus creencias religiosas, si prefiere ser inhumado o incinerado o en qué tipo de cementerio le gustaría descansar, en caso de elegir la primera opción -aunque desde hace unos años en que se implantaron ciertas restricciones a la hora de depositar las cenizas de los familiares fallecidos, muchas familias optan por colocarlas en un cementerio, dentro de un mausoleo familiar, un nicho o tumba, que quizá pueda acoger los restos mortales de varios familiares-.  Al final, es en los momentos más duros para cualquier persona cuando hay que tomar este tipo de decisiones importantes y la mayoría de las veces, en estas circunstancias de dolor y cansancio, tanto físico como mental, no se tiene la fuerza necesaria para poder afrontarlo. 

Ya que es algo que tarde o temprano va a suceder, ¿por qué no tenerlo preparado? Al menos, ¿por qué no evitar a los familiares toda la carga económica y de toma de decisiones que conlleva un fallecimiento? Para eso están los seguros de decesos.

Contratar un seguro de decesos asegura la tranquilidad de los familiares

Aunque muchas personas tienden a confundir los Seguros de Vida y los Seguros de Decesos, lo cierto es que, aunque pueden tener alguna cobertura en común, el objetivo de ambas tipologías de seguros no es el mismo, como hemos mencionado un poco más arriba.

El seguro de decesos cubre, fundamentalmente, los gastos y organización de todo lo relacionado con el momento de una muerte, mientras que el seguro de vida está más relacionado con la cuantía económica que se estipula en el momento de la firma del contrato de seguro y que han de recibir los familiares o personas elegidas por el tomador (que son en cualquier caso los beneficiarios del seguro) en las semanas o meses que sigan a la muerte de quien suscribió el seguro de vida.

¿Cuáles son las coberturas más habituales de un seguro de decesos?

Es muy importante señalar aquí que las coberturas pueden variar dependiendo de la compañía aseguradora que se elija para contratar un seguro de decesos. Aun así, por regla general, algunas de las coberturas más comunes que suelen brindar este tipo de pólizas son: 

  • Gastos de tanatorio y todo lo relacionado con la defunción
  • Incineración o entierro; en caso de entierro, el tomador puede elegir entre lápida o nicho definitivo o temporal, etc. Siempre se tendrá en cuenta la elección de cada persona dentro de la oferta que a nuestra disposición ponen las aseguradoras
  • Libertad para elegir el lugar donde se realizará la inhumación, siempre y cuando sea dentro de territorio español
  • Esquela, flores, coche fúnebre
  • Preparación del difunto

Algo que nos parece asimismo importante señalar es que, a diferencia de lo que muchas personas puedan pensar en relación al seguro de decesos y una posible desgravación fiscal a la hora de realizar la Declaración de la Renta anual, disponer de una póliza de este tipo no desgrava, ya que el Estado no lo considera como un beneficio. Es conveniente señalarlo ya que existe la falsa creencia –extendida en la sociedad– sobre que los seguros de decesos sí desgravan. Como ya tuvimos ocasión de comentar, explicar y desgranar en este otro artículo ¿Los seguros de decesos desgravan?, lo que la mayoría de los ciudadanos piensan al respecto de la desgravación de los seguros de decesos, no se ajusta a la realidad. 

En definitiva, nos encontramos ante un producto que ofrece el mercado cuya principal finalidad es la de restar cualquier preocupación tanto económica como decisoria a los familiares de un difunto llegado el momento y es algo que la mayoría de quienes hemos pasado por fallecimientos de personas próximas a nosotros encontramos tremendamente útil, porque sabemos que las circunstancias pueden dejar la mente embotada, estar en estado prácticamente de shock en caso de muertes repentinas o que la situación nos ralentice la capacidad de pensar, algo totalmente normal en momentos así. Con un seguro de decesos, todo se sucede de manera relativamente fluida, sin necesidad de forzar nuestra agotada mente a pensar en detalles que se pueden tener acordados con antelación.