La mala alimentación en niños

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Desde pequeños estamos oyendo decir a nuestras madres lo importante que es comer bien (“y de todo”, era el final de la frase). No andan desacertadas tantas madres en su discurso, porque nutrirse de manera inadecuada en las distintas etapas del crecimiento puede provocar problemas a largo plazo, como colesterol, tensión arterial alta, obesidad o problemas óseos, y en el corto plazo, podemos hablar de problemas de crecimiento.

La globalización ha traído consigo ventajas, pero también llevaba en la mochila algún inconveniente que a la larga podría acabar siendo un problema. Si nos centramos en el campo de la alimentación, y nos retrotraemos a hace unas décadas, ni siquiera se había oído hablar en nuestro país de los alimentos procesados o los restaurantes llamados de “comida rápida”, que pronto se llenaron de clientes que querían probarlos y sucumbieron con relativa celeridad a “lo fácil”. Por poco dinero se resolvía una comida o una cena, y además rápido. 

Como no podía ser de otro modo, se empezó a introducir este tipo de comidas en los hogares, donde la falta de tiempo no ayudaba a que la cocina de las abuelas perdurase.

Por suerte, después de estos años de auge y tras numerosos estudios, se empieza a extender entre la población las consecuencias que conlleva alimentarse con este tipo de comidas con cierta frecuencia, siendo la obesidad una de las más frecuentes. Ya sabemos que esta enfermedad trae consigo otras muchas como la hipertensión o las cardiopatías. Las familias empiezan a concienciarse de que una alimentación correcta es fundamental desde la primera infancia y aunque es abundante la información a la que podemos acceder al respecto, los médicos aconsejan buscar el consejo de profesionales en la nutrición. Si tienes un seguro médico, probablemente tengas a tu disposición especialistas que te ayuden a cuidar la alimentación de los tuyos. 

Qué consecuencias supone una mala alimentación en niños

Ingerir en exceso lípidos (los peores son las grasas saturadas), calorías o proteínas, sobre todo en la primera etapa de la infancia, son factores muy a tener en cuenta porque podrían conducir al sobrepeso o incluso a la obesidad en edades más avanzadas.

Se percibe una ingesta insuficiente de carbohidratos buenos (como son los cereales integrales, frutas y verduras) y un consumo en aumento de procesados, que aportan azúcares simples que provocan caries o estreñimiento. Mucha sal, mucho azúcar, mucho producto que altera sabores y una deficiente cantidad de fibra que podría causar problemas nutricionales y psicomotores.

Peso y talla fuera de valores normales. ¿Qué se recomienda en cada edad?

Si se puede o así se decide, ya que vamos a hablar de una decisión muy personal, la lactancia materna se recomienda como una muy buena opción para el primer medio año de vida, ya que por comodidad o económicamente hablando, es una alternativa que facilita bastante la vida de los recientes papás. En términos nutricionales, este alimento es perfectamente equilibrado y cubre por completo las necesidades del bebé en esos meses.

A continuación, entra en juego la alimentación complementaria, en forma de frutas o verduras en purés hasta el momento en que el niño puede comenzar a ingerir alimentos en pequeños trozos o simplemente triturados con un tenedor. Se debe aprovechar para insistir con aquellos alimentos más ricos en hierro y más energéticos.

A partir del primer año, y hasta los tres, se definen e implantan los hábitos de la alimentación, por lo que aprovecharemos para introducir comidas siempre saludables, respetando sus necesidades. Debemos ofrecerles comida cuando tengan hambre y aceptar hasta dónde pueden comer, porque sobre alimentarlos desde esta edad puede conducir a unos hábitos poco sanos cuando crezcan.

De aquí a los siete años, debemos proveerles con una alimentación sana, variada, completa y equilibrada. Se establecen las necesidades nutricionales entre las 1.200 y 1.400 calorías si tienen un estilo de vida tendente al sedentarismo. Eso sí, siempre es recomendable tener en cuenta distintas variables, como edad, peso, sexo o posibles patologías. 

De los siete a los catorce ya tienen más capacidad de decisión, o les dejamos quizá elegir un poco más. Es muy importante que su dieta incluya legumbres al menos dos o tres veces semanales y si puede ser, una ración de verduras, frutas u hortalizas en cada comida, cada día. Los lácteos (leche, yogures -mejor naturales y sin edulcorar- o quesos) son importantes para sus huesos, así como los huevos, un alimento muy completo, recomendándose un consumo de entre cuatro y cinco semanales. 

Entre dos y cuatro veces a la semana pescado (azul y blanco), un par de veces carne roja, cuatro veces carnes blancas como el pollo, el pavo o el conejo.

El peso y la talla de tu hijo se define desde el nacimiento. Si nace en un percentil 90, caben muchas posibilidades de que sea un niño “grande”, de ese percentil o aproximado, durante toda su etapa de desarrollo. Por el contrario, un niño de percentil 10, será más menudito toda la vida. Lo importante es que las variaciones en el percentil no sean exageradas, es decir, habrá que consultar con un especialista si un niño de percentil 75 empieza a bajar hasta llegar a un 25. Siempre ha habido altos y bajos, y sigue pasando igual. Lo necesario y vital es que estén bien alimentados y sobre todo, bien nutridos. De esta manera, será un niño sano y un adulto con unos hábitos alimenticios saludables, que sabrá “comer bien”, entendiendo por esto comer sano, de todo y en las cantidades adecuadas.

Quien mejor te puede asesorar, para empezar, es tu pediatra. Si miras una comparativa de seguros médicos podrás ver que tienes un abanico de pólizas en compañías de primer nivel como Adeslas donde encontrarás pediatras, nutricionistas o psicólogos que pueden ayudarte con la alimentación de tus hijos y abarcan desde los temas puramente nutricionales, pasando por los hábitos alimenticios hasta poder ayudarte si la relación con la comida de tus hijos se vuelve complicada llegando a rozar desórdenes que necesiten algún tipo de terapia; la adolescencia es una edad donde estos casos pueden llegar a pasar.

Cómo prevenir la mala alimentación de los niños

Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es educarlos con la comida. Inculcar en ellos una relación sana con la comida, no dejarnos vencer por la pereza e intentar eliminar en la mayor medida posible los alimentos procesados, precocinados o simplemente “esos que los niños se comen bien”, como la pasta. Muchos comerían pasta al desayuno, comida y cena si pudieran… Pasta sí, pero en su justa medida. 

Meriendas saludables para el cole, el clásico bocata de toda la vida, de “pan-pan”, fruta…

Lo mejor es invertir parte de nuestro tiempo en que nuestros hijos vean que comemos bien, que comemos sano y hacemos ejercicio. Así serán ellos en el futuro, conviene no olvidar que los niños repiten patrones, y más que lo que les dicen, hacen lo que ellos ven que sus padres hacen.