¿Cómo prevenir la fibrosis quística?

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La fibrosis quística es una enfermedad hereditaria y crónica, una patología degenerativa que afecta especialmente al sistema digestivo y a los pulmones. A día de hoy no existe una cura para esta enfermedad, pero gracias a los avances médicos se han conseguido tratamientos que mejoran la esperanza de vida del afectado.

Dadas las diferentes enfermedades y patologías que pueden surgir a lo largo de nuestra vida,  lo más conveniente es contar con un buen seguro de salud, que nos ayude a dar con un rápido diagnóstico y a establecer un tratamiento. 

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Las personas diagnosticadas con fibrosis quística padecen graves y molestos síntomas, por lo que se necesitan tratamientos especializados para cada síntoma. Hay seguros que cuentan con médicos expertos en las distintas patologías que causa esta enfermedad. Por ejemplo, el seguro de salud de Adeslas en sus coberturas incluye acceso a especialistas médicos, cobertura para cirugías e implantes expresamente previstos en póliza, acceso a pruebas diagnósticas simples y avanzadas, programas de medicina preventiva, etc. 

¿Qué causa la fibrosis quística?

Se trata de una enfermedad genética que produce mucosidad obstruyendo los conductos de los pulmones, el páncreas y el tracto digestivo. Provoca infecciones y obstrucciones en distintos órganos.

En la fibrosis quística, al ser una enfermedad hereditaria, se transmite el gen defectuoso de ambos padres. Hoy en día es posible hacer análisis de muestras de sangre prenatales a las madres para saber si su hijo es portador de la enfermedad. Es una manera de prevenir y preparar a los padres para saber cómo actuar en cada situación. Se puede decir que es una forma de prevenir las dolencias que implica.

¿A qué órganos afecta?

La fibrosis quística es una enfermedad compleja que afecta a distintos órganos, aunque a cada persona le afecta de forma diferente. Los órganos que se ven afectados sobre todo son los pulmones y el estómago, lo que puede llevar a tener que hacer un trasplante de pulmón o un trasplante hepático.

También afecta al páncreas y a los niveles de insulina, lo que puede derivar en diabetes. Algunos de los síntomas más comunes que esta enfermedad provoca son infecciones respiratorias recurrentes, tos crónica, fatiga, dolor de estómago, anomalía en las heces, problemas de nutrición, deshidratación y además puede causar problemas de fertilidad en los hombres.

Diagnóstico

El diagnóstico precoz de la fibrosis quística alarga la esperanza de vida y ayuda a mejorar su calidad. En España se realiza la prueba del talón, que se hace en los bebés recién nacidos y consiste en analizar una muestra de sangre que se obtiene mediante una punción en los talones de sus pies, de donde viene su nombre. En el caso de dar positivo, se tiene que realizar una segunda prueba diagnóstica, que consiste en hacer un test del sudor y si el nivel de sal en el sudor es elevado puede significar que hay presencia de fibrosis quística.

En Estados Unidos se realiza un análisis de sangre para detectar si hay sustancias químicas en el páncreas. En el caso de las mujeres embarazadas se pueden evaluar a sus bebés antes de nacer, a través de una biopsia de la placenta para detectar si hay presencia de fibrosis quística y/u otras enfermedades genéticas.

En el caso de haber sido diagnosticado de fibrosis quística, se ha de realizar un seguimiento médico mediante pruebas de análisis de heces o cultivo de esputo. Además, se pueden realizar las siguientes pruebas diagnósticas como:

  • Exploración abdominal y tórax: se realizan rayos X para poder ver el interior de los pulmones y de los intestinos. Este examen ayuda a detectar la presencia de infección y a determinar la gravedad de la enfermedad.
  • Radiografía de tórax: esta prueba se hace para evaluar las vías respiratorias y para detectar posibles infecciones que han de ser tratadas con antibióticos. También para observar cambios y descartar otras afecciones como la neumonía o el colapso pulmonar.
  • Resonancia magnética abdominal y de tórax: este tipo de prueba ayuda a evaluar los daños causados por esta enfermedad.
  • Ecografía abdominal: consiste en la obtención de imágenes de la parte superior del abdomen en las que se evalúa el estado del páncreas, la vesícula biliar y el hígado.
  • TC de los senos paranasales: se realiza a través de rayos X para poder observarlos y así identificar posibles pólipos nasales.

Prevención y tratamiento de la fibrosis quística

La fibrosis quística es una enfermedad que no tiene cura y es de carácter genético, así que hay pocas formas de prevenirla. Es conveniente realizar un diagnóstico prenatal para hacer un tratamiento precoz y evitar complicaciones.

En el caso de que los progenitores sean portadores de la enfermedad se puede realizar una fecundación in vitro en la que se seleccionan los embriones que no sean portadores de la enfermedad. La esperanza de vida ha aumentado notablemente gracias a los avances médicos y a los diversos tratamientos. 

Es necesario mantener unos hábitos saludables y seguir las indicaciones de un profesional en cada momento. 

Es importante llevar un control nutricional ya que esta enfermedad causa problemas gástricos y de absorción de nutrientes, por lo que es necesario el uso de suplementos de vitaminas y enzimas que ayuden a absorber mejor las grasas.

Es necesario el uso de medicación para paliar infecciones y posibles inflamaciones respiratorias. Se puede hacer terapia del tórax y de limpieza de las vías respiratorias que ayuda a eliminar las mucosas acumuladas, evitando así su obstrucción.

Es muy importante aumentar la actividad física y tener una terapia física regular, que consiste en la práctica de algún deporte, en hacer ejercicios para fortalecer la musculatura del tórax y realizar fisioterapia respiratoria que ayude a eliminar la mucosa acumulada en los pulmones.

En los casos más graves puede ser necesario realizar una cirugía o trasplante de algún órgano, la extracción de pólipos nasales y ayudar a administrar los nutrientes necesarios a través de una sonda.

Un control adecuado de la enfermedad consigue minimizar el riesgo de infección y ayuda a evitar el rechazo de un órgano trasplantado, devolviendo a la persona afectada la posibilidad de llevar una vida con normalidad y mejorando mucho su calidad de vida.